- Los despachos han empezado a hacer sus deberes, pero queda aún mucho trabajo por hacer en materia de digitalización.
- Los bufetes de entre uno y cinco letrados logran una puntuación de 4,3 en madurez digital, mientras que aquellos que cuentan con más de 100 profesionales, no superan los 6 puntos.
- “Cuestiones como la automatización, la ciberseguridad o el uso de la nube son una necesidad con independencia del tamaño del despacho”, explica la experta Esperanza Ferrando.
El sector legal, quizás por la repercusión de su actividad, quizás por la tradición que siempre le ha caracterizado, se ha mostrado precavido ante los grandes cambios. Esta percepción no es meramente casual, pues tanto el sector, de forma genérica, como los bufetes, de forma específica, han sustentado su actividad sobre la base de procesos rigurosos. Ahora estos procedimientos han quedado obsoletos. Por un lado, por la inminente transformación del mercado global, pero, por otro, por las exigencias de los clientes que ahora buscan altos estándares de calidad en todo el proceso de asesoramiento.
Actualmente, no es necesario recurrir a predicciones ni a visiones futuristas, la transformación digital de las profesiones jurídicas es una realidad. A pesar de que el trabajo en origen sigue siendo el mismo -defender los derechos de los clientes y asesorarlos en un trámite judicial-, las herramientas para ejecutarlo con éxito han cambiado y ese motor transformador viene motivado por la ya conocida tecnología jurídica o Legal Tech. Esperanza Ferrando – Decana de la Facultad de Derecho, Empresa y Ciencias Políticas en la Universidad CEU Cardenal Herrera, miembro de la European Legal Tech Association (ELTA) y directora del programa LegalTech: Innovación del Sector Jurídico – ha compartido con CEU Digital su visión sobre la que posiblemente sea “la revolución más significativa que ha experimentado el derecho durante las últimas décadas”.
En esta carrera hacia la digitalización de los bufetes, que no es solo una prioridad sino una necesidad vital para garantizar la supervivencia de la profesión, las firmas de abogados han dado un paso al frente para iniciar una transformación definitiva. Tal como indican los últimos informes publicados, concretamente el estudio hecho por El Confidencial junto a AlterWork, Radiografía de la transformación digital en los despachos, publicado a finales de 2021, los despachos han empezado a “hacer sus deberes, pero aún queda mucho por hacer”; la puntuación media es de 5,1 sobre 10 en madurez digital. Para Esperanza, estrechamente vinculada con esta nueva versión de la profesión legal, los resultados revelan que la pandemia no ha actuado como revulsivo de la digitalización, tal y como se pronosticaba cuando el SARS-CoV-2 dio un vuelco a nuestras vidas sin previo aviso. Los pequeños cambios que han ido sucediéndose han quedado, de alguna forma y salvo excepciones, circunscritos a la comunicación remota y a un incremento del trabajo en la nube.
A pesar de lo que se pueda llegar a pensar, el tamaño de los despachos no sería un factor determinante, como pudiera preverse, en la progresión de estas organizaciones. “Cuestiones como la automatización, la ciberseguridad o el uso de la nube son una necesidad con independencia del tamaño del despacho”. En este sentido, los bufetes de entre uno y cinco letrados logran una puntuación de 4,3, mientras que aquellos que cuentan con más de 100 profesionales, no superan los 6 puntos. La presencia digital es independiente al tamaño de un despacho. Ahora tener una página web no es suficiente, porque en palabras de Esperanza “la presencia debe ser más activa y menos estática”. Hoy, existen recursos y herramientas muy sencillas para iniciar ese proceso transformador como son los foros on-line, los blogs o webinars que no requieren grandes inversiones ni suponen un sobrecoste; estando al alcance de cualquier despacho. Simplemente, se trata de realizar un cambio de mentalidad, querer conocer nuevos recursos y aprender a manejarlos. Por ello, lo único que diferenciaría a los grandes despachos de los más pequeños, en este momento, es el uso de la Inteligencia Artificial o de la Ciencia de Datos.
Independientemente de las tecnologías y de las características del área legal, la formación se presenta como el primer paso para poner en marcha ese motor transformador. “Hay que conocer las herramientas y sus posibilidades para poder tomar decisiones informadas sobre el proceso de transformación que se quiera emprender de conformidad a las necesidades concretas de cada organización”. En este sentido, “algunos necesitarán centrarse más en herramientas de automatización para alcanzar la máxima eficiencia, mientras que otros, deberán poner el foco en la experiencia del cliente o en la captación de los mismos”. Y es que, si tuviéramos que destacar un único beneficio del Legal Tech sería su capacidad para ofrecer soluciones para cada necesidad, “solo tenemos que conocerlas y buscarles una aplicación concreta para resolverlas”. A pesar de que siempre existen dificultades en la adopción de nuevos modelos de negocio, la gestión del cambio debe partir desde el pilar fundamental que son las personas. Para los despachos y el sector legal en general, la principal barrera la constituiría la falta de comprensión del entorno digital y las posibilidades que nos puede brindar. Por ejemplo, “hay que ser conscientes de que los hábitos de compra y por ello, de contratación de servicios ya no son los que eran. Los clientes llegan a nuestras reuniones mucho más informados de la materia que les ocupa y preocupa, pero también sobre nuestros conocimientos, capacidades y experiencias en la materia”. En esta casuística, el manejo adecuado de las redes sociales se ha convertido en una herramienta de marketing jurídico digital muy poderosa, pero hay que saber manejarla debidamente.
Como vemos, existen múltiples agentes que intervienen en este proceso y que harían que un cliente confiase sus cuestiones legales a un despacho u otro en base a su grado de digitalización. Cuando planteamos esta cuestión a Esperanza Ferrando, para ella, sin lugar a dudas, la eficiencia que ofrecen las herramientas digitales sería el factor clave y decisivo para dar el paso en su adopción, pues intrínsicamente va acompañado de una reducción de precios, haciendo que ese despacho sea más competitivo. Además, en este sentido añade que “la capacidad de trabajar colaborativamente también se facilita en los bufetes digitalizados; y con ellos, la súper-especialización”.
En definitiva, los clientes y las empresas son cada vez más digitales, razón por la que la digitalización es una auténtica necesidad, a pesar de la dificultad para pronosticar cómo será el derecho en unos años. Muchos vaticinan la absoluta desaparición del papel, la implementación del DIY (do-it-yourself) con el apoyo de la Inteligencia Artificial. Otros tantos, confirman sin lugar a dudas que los procesos de contratación serán plenamente on-line. Y la mayoría declara que “si nos fijamos en el lado de las personas, los juristas y abogados no van a desaparecer, pero los equipos sí que serán plenamente multidisciplinares”. Independientemente de cómo sea ese futuro, para Esperanza -al igual que para muchos autores del derecho y destacados profesionales con una mentalidad Legal Tech- “quien no se adapte a esta nueva realidad, de una forma ordenada, informada y planificada, perderá el tren, y teniendo en cuenta la velocidad con la que las tecnologías van siendo embebidas por todos y cada uno de los ámbitos de la vida, coger tarde ese tren les colocará en una clara desventaja competitiva”.